Que la cercanía en el resultado no confunda. La diferencia entre Nueva Chicago y Deportivo Morón fue mucho más amplia de lo que se reflejó en la chapa. En el Oeste, el que agitó fue el Gallo, que logró un triunfazo en el clásico, ganó con mucha comodidad y volvió a sonreír en el República de Mataderos después de 27 años de sequía.
Una, dos, tres, cuatro y muchas más. La situaciones de peligro por parte de Morón se multiplicaron en el primer tiempo. Los inconvenientes que reflejó el Torito, sumado al hambre de quedarse con los tres puntos de la visita, llevó a que el local sufriera muchísimo en su propio rodeo. No estuvo cómodo, no tuvo juego, no hubo equivalencias y el arco de Finochietto le quedó demasiado lejos.
El planteo de Walter Otta causó estragos. Puso a Fabricio Sanguinetti por el sector izquierdo para lastimar con su velocidad, hizo que Yair González se moviera con soltura para hacer valer su dinámica y metió a Ivo Costantino como único faro para batallar con Stefano Callegari y Gonzalo Soto, los defensores centrales que padecieron la primera etapa del encuentro.
El 10 abrió el marcador para romper con el cero, jugar con mayor tranquilidad y buscar la ampliación del resultado, que llegó poco antes del entretiempo por medio de la aparición goleadora del 9. El desconcierto de los de Walter Perazzo fue tal, que el entrenador realizó tres variantes en el PT para intentar hallar una reacción por parte de sus futbolistas.
Ya en el segundo tiempo, el Gallo evitó pasar sobresaltos y apenas tuvo una pequeña falla cerca del epílogo del duelo, cuando Ignacio Rodríguez llegó al descuento para meterle un poco de dramatismo al derbi.
Qué agite.
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