Sara Stewart Brown rompió el silencio y, después de meses de perfil bajo, habló por primera vez de la herencia más simbólica que le dejó Jorge Lanata. A pesar de haber mantenido la distancia durante el delicado estado de salud del periodista, eligió contar en voz alta qué le quedó de aquella historia de amor que marcó una etapa importante de su vida.
La artista plástica recordó con ternura cómo su familia se mezcló con la de Lanata y formaron un vínculo sólido. “Sí, somos familia”, aseguró en una entrevista, y detalló: “Cuando yo estaba con Jorge y debía irme de viaje, Lola se quedaba con su hermana en la casa de la madre”. También contó que aún hoy mantienen ese lazo y se siguen reuniendo para compartir salidas y risas.
Evitaron hablar de Elba Marcovecchio, pero se enfocaron en el presente de su hija. Sara explicó cómo eligieron su nombre: “A Jorge le encantaba porque así se llama la hermana mayor de Juan Caparrós. Martín era uno de sus mejores amigos. Nos gustaba mucho, aunque sonaba un poco cacofónico: Lola Lanata. Finalmente no nos importó”.
Hoy Lola tiene 20 años y sigue los pasos de su padre desde otro lugar. Stewart reveló con orgullo que su hija trabaja en periodismo y ya se destaca en producción. No habló de herencias económicas ni de papeles, pero dejó claro que el legado de Lanata sigue presente en lo cotidiano, en los recuerdos y en los afectos que se construyeron con el tiempo.
La gran sorpresa llegó cuando mencionó qué fue lo que realmente heredaron de Lanata: “Él se los compró, pero le hacían lío en la casa. Así que se los mandó a Lola”. Se refería a los gatos que hoy viven con su hija. “Son unos gatos rusos hermosos, pero quilomberos. Gatini y Gatuni se llaman. Y conviven con Bitch, la perra rescatada que se los banca”, contó entre risas.
Así, sin dar vueltas ni entrar en polémicas, Sara mostró que las huellas más profundas no siempre tienen que ver con lo material. A veces, lo que queda son recuerdos compartidos, un apellido heredado, un par de gatos desobedientes y una familia que se armó sin reglas, pero con cariño verdadero.