Se superan los liderazgos populares proscriptos?

El peronismo sin Perón, fue una posibilidad que comenzó a barajarse después del golpe del 55, con Perón proscripto por propios referentes del peronismo.

El primer intento de neoperonismo fue el que encabezara Juan Bramuglia y su formación partidaria Unión Popular.

Bramuglia fue una figura destacada, considerado “el más eminente y talentoso ministro de la primera presidencia de Perón”.

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Desplegó una experiencia neoperonista que, siendo menos conocida, es sin embargo en su estilo, mucho más contemporánea que el intento de Augusto Timoteo Vandor, cuyo neoperonismo tuvo epicentro en la UOM, estructura gremial que gozaba de una centralidad, hoy inexistente.

Volviendo al caso Bramuglia, poco tiempo después del derrocamiento de Perón en septiembre de 1955, el Partido Justicialista fue proscripto y su actividad declarada ilegal.

No obstante, la masa de seguidores del líder proscripto y sus votos continuaba constituyendo un tesoro político y un capital electoral que atraía tanto a políticos como a dirigentes gremiales.

Diversas personalidades, que en uno u otro período formaron parte del partido peronista, abrigaban la esperanza de aprovechar la proscripción y lo que suponían el alejamiento de Perón de la arena política argentina, impuesto por los nuevos gobernantes militares del país, para lanzar una carrera política propia e independiente.

Semejante pretensión era imposible mientras el carismático líder sujetara las riendas, pero parecía viable en la nueva coyuntura política de proscripción y exilio.

A continuación, fragmentos del historiador Raanan Rein de la Universidad de Tel Aviv son muy esclarecedores al respecto: “La UP bajo el liderazgo de Bramuglia no puede ser considerada un éxito. La agrupación pretendía convertirse en heredera de Perón y presentar una versión institucionalizada, organizada y democrática del peronismo, enarbolando el estandarte de reformas sociales e integración de la clase obrera al proceso político. Más aún, Bramuglia intentó destrabar la antinomia peronismo/antiperonismo, aprovechando que gozaba de estima tanto entre justicialistas como entre sus opositores (particularmente en el partido radical, donde mantenía amistades con personalidades de la cúpula, como Frondizi y Balbín, y con activistas de la segunda y tercera línea, en especial entre los de la UCRI), tanto en la Argentina como en el extranjero”.

“Bramuglia no dudó en criticar el liderazgo de Perón, al menos en los años 1955-1958. Sus propuestas políticas, sus críticas al ´’presidencialismo’, su intento de crear un partido político autónomo de las instrucciones del general en el exilio, y hasta su estilo retórico, cada uno de estos elementos constituía en cierta medida un desafío a Perón y un intento de remodelar la identidad peronista y el sistema político argentino… Bramuglia se quejó de que auténticos líderes obreros hubieran sido defenestrados y reemplazados por los aduladores favoritos de Eva Perón. Tampoco ocultó su desilusión por el paulatino control estatal y partidario sobre los medios de difusión. Perón mismo, según Bramuglia, ‘no creía en la democracia. Como todo creía en la disciplina y en la jerarquía’. Estas mismas cosas las dijo también en discursos públicos”.

Esta primera intentona de fundar una experiencia de peronismo sin Perón, muestra conceptualmente que los liderazgos populares, aún proscriptos, no se transfieren ni superan.

Al respecto, Cristina Kirchner está hoy presa y proscripta. Naturalizar este episodio antidemocrático por parte de un amplio sector de la oposición al actual gobierno nacional (no solo la política), es una de las causas de la ausencia de alternativas reales que aún sostiene al desastroso gobierno de Javier Milei.

La deriva más evidente (no única) de esta ausencia de alternativas es la apatía electoral de un sector creciente de la ciudadanía, en especial segmentos medios bajos y bajos, que llevan ya más de una década sometidos a un maltrato impiadoso, muchos que se referencian en la expresidenta.

En esta perspectiva “Cristina libre” no es una consigna electoral, es la condición de posibilidad para restaurar la democracia y el sistema de representación electoral que supone que hoy ha sido desvirtuado de manera inocultable y sabemos que aunque muchos dirigentes especulen o miren al costado, no se puede pegar con alfileres lo que debe romperse a martillazos, estimados lectores de PERFIL.

*Director consultora Equis.

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