Hay mucha bibliografía analizando las razones por las cuales la extrema derecha emerge en el mundo. Sectores sociales enojados por su actualidad y la falta de futuro encuentran en estos outsiders en donde canalizar sus frustraciones y falta de perspectivas de futuro. Los Milei, los Trump, los Orban, y los Bolsonaro encarnan la bronca social. Ellos son capaces no solo de decir sino también de hacer las cosas más crueles. Es su modo de expresarse y de lograr identificación con un lenguaje procaz, callejero y agresivo.
Además, está el señalar a un otro como culpable y hacerle destinatario del odio al otro. Durante mucho tiempo se discutió si lo que manda en las decisiones humanas son las emociones o los razonamientos. Las neurociencias ya han dejado en claro que somos seres emocionales que tenemos la capacidad de ponerle racionalidad a nuestras conductas. Primero sentimos, luego razonamos. Pero en la medida en que el mundo simbólico es más estrecho menor es la capacidad de controlar instintos como modo de acción. Milei es expresión de sectores medios y altos que culpabilizan al progresismo de encerrarlos en pandemia, y de tener políticas distribucionistas y sectores populares básicamente jóvenes que sentían que la prédica del Estado presente terminaba en un Estado clientelar, incapaz de generar las condiciones para una inserción en el mundo formal del trabajo.
Esta semana conocimos la noticia de que gran parte de nuestros adolescentes son incapaces de comprender textos y de resolver problemas de matemáticas. La falta de un sistema educativo que no logra evitar que cada vez más y más generaciones pierdan la capacidad de comprensión de la realidad, inevitablemente genera una sociedad cada vez más dependiente de dirigentes políticos que logran identificación a través de sentimientos básicos.
Esto no les gusta a los autoritarios
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Hoy la derecha está de moda, pero puede suceder también con dirigentes de otras identidades políticas. Así, quien sepa expresar mejor le frustración de no poder resolver situaciones básicas servirá de espejo de identificación política. También las últimas pruebas educativas muestran que a mayor nivel económico y asistencia en escuelas privadas el problema es menor.
Estamos generando el crecimiento de una mayor desigualdad social, y la creencia de que solo es posible la salvación individual. En este mundo de dirigentes odiadores no es casual que un Presidente se dé el gusto de atacar a un niño autista de 12 años porque éste se asombró de la falta de humanidad de un funcionario. Y lo que es peor que ello ocurra mientras a muchos les parezca natural.
Tampoco debiera asombrarnos que una diputada nacional que se supone capacitada para entender sobre leyes, no sepa leer los datos del Indec, y encima usarlos para atacar a los médicos del Hospital Garrahan.
No importan los argumentos; lo importante es la destrucción del otro. El episodio Darín es también parte de esta secuela. Debiéramos preguntarnos si la bronca que expresó el Gobierno es porque el actor refirió a que la Argentina está cara y que hay gente que la pasa mal o la bronca es porque en El Eternauta una simple frase descalabra todo el andamiaje teórico del credo libertario, “Nadie se salva solo.” da lugar a la idea de solidaridad social, a que se necesita educación de calidad, salud de calidad, sistema institucional, y una economía que tenga en cuenta al conjunto de la población.
Y en la batalla cultural libertaria estas ideas son inadmisibles. Vamos viendo cómo se repite el desprecio a los jubilados, a la educación, a la salud pública.
El Gobierno parece no tomar en cuenta que la bronca, si el sacrificio del ajuste económico no genera la recompensa esperada puede cambiar de destinatario.
*Consultor y analista político.