La pituca lengua del arrabal

El tipo es un personaje de Boedo. Al menos de la zona más próxima a mi domicilio. Anda siempre por ahí, haciendo puerta y desconozco de qué trabaja. Debe tener poco más de 30 años. Es grandote, fortachón, tiene cara de malo y lo caracteriza un llamativo rasgo: siempre está en cueros, aunque la sensación térmica en el barrio no pase los cinco grados. Habitualmente, nos ignoramos de manera recíproca, pero una mañana no muy distante, cuando salí de casa, lo encontré en mi vereda, mirando hacia las baldosas y al cordón con gesto preocupado. Frente a él había una muchacha de su misma edad, también con la mirada inclinada hacia el suelo, sumida en la angustia de quien busca con desesperanza un bien que parece perdido para siempre.

“La cosa debe ser seria”, pensé, al ver que el muchacho por primera vez llevaba puesta una remera. Como no podía no darme cuenta de que algo estaba afectando a esa pareja, les pregunté: “¿Chicos, se les perdió algo?”. “Un anillo que yo le regalé”, contestó el varón. A continuación, ella añadió: “Anoche discutimos acá, me lo saqué enojada y lo tiré al piso”. Quedé asombrado por la sinceridad de la joven, que, sin dejar de repasar la vereda con la mirada, me había contado un episodio íntimo –y disruptivo- de su relación. Pero todavía faltaba una confesión. La chica levantó la vista, me miró, dibujó una sonrisa culposa y tiró una sentencia como para justificar su intempestivo accionar de la noche anterior: “Estábamos full escabio”.

Las poéticas del tango-canción: Rupturas y continuidades, Lunfardo y Charly García, 1983: Acerca de «Clics modernos

No soy quién para juzgar la relación entre dos enamorados y las bebidas alcohólicas, pero narro esta historia real para expresar cuánto me gusta que el lunfardo esté inserto en nuestro ADN rioplatense y pueda aparecer con su contundencia única en cualquier situación de la vida cotidiana. Hablamos de un ente lingüístico que no llega a ser un idioma, es apenas una serie de términos surgidos en algún punto del habla popular que suelen vivir con pícaro orgullo el hecho de no haber sido, todavía, atrapados por la RAE.

Muchas veces son términos elásticos, como escabio, que puede referirse tanto a las bebidas alcohólicas como a la persona que se ha excedido con el consumo de ellas. Y pueden ser palabras también que llegan de muy lejos, a través de tiempos y mares. En el caso de la que nos toca hoy en suerte, su origen está en la península itálica. Mientras que en genovés, el término es scabbio, en milanés, es scabbi. Y en ambos casos, son vocablos jergales para referirse al vino.

Hay una discusión respecto de cuál fue el surgimiento de este habla popular que en estas tierras está más vivo que nunca, pese a que en algunos momentos de nuestra historia, estólidamente, se lo quiso prohibir. Se sabe que su origen temporal arrancó aproximadamente en 1870, con la gran inmigración europea, pero es más difícil saber bien dónde. Hay quienes aseguran que fue en las cárceles, sitio en el que los reos comenzaron a crear vocablos internos para despistar el oído atento de los guardias. Pero también hay quien asevera que el lunfardo creció en los suburbios, no necesariamente entre delincuentes, aunque la confusión surge en que fue un vocabulario registrado por primera vez por policías y criminalistas.

Nunca supe si la pareja volvió a recuperar el anillo

Pero, y acá viene el cachetazo a nuestro egocentrismo patrio, el lunfardo no existe únicamente en nuestras tierras. También está en Francia, donde se llama Argot, en Italia, con su nombre Gergo, en España, cuya denominación es Caló, en Inglaterra, Slang y en Portugal, Giria. Habrá que ver si en todos esos lugares tienen términos tan altilleros (excelentes), bulebús (elegantes) y piolas como los que tenemos en nuestra pituca lengua arrabalera.

No sé cómo terminó la historia de aquel anillo perdido en una noche de furia. Ayudé a buscarlo un rato, pero no mucho más, porque tenía que piantar para el laburo, para seguir la tónica de este texto. Quiero creer que hubo un final feliz, con la pieza recuperada y un festejo con besos, abrazos y, por supuesto, escabio. Full escabio.


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